miércoles, 24 de abril de 2013

Comercio Justo en el Loyola



(Antes de entrar en materia, cambio de color el texto: ¡para un comentario que recibo sobre mis posts, aunque sea oral, ¿no lo voy a hacer caso?! Elegí un burdeos pero sale rosa; solo pretendía que se distinguiera para que nadie que no quisiera leerlo lo hiciera por error. Lo haré azul.)
“Llegar de pronto a tu Colegio Mayor y pensar que te has equivocado.” ¿Alguien tuiteó esto? Podría ser. El hall y la entrada a la cafetería se han llenado de roll-ups (expositores enrollables) sobre Comercio Justo y –como decía alguno– no se puede ni pasar. En parte de eso se trata, de que “moleste” un poco, porque mientras no nos toca, no nos paramos a pensar cómo debe ser sobrevivir con 70 céntimos al día (para todo, no teniendo ya pagada la comida y la cama), como le ocurre a una de cada cinco personas en la Tierra. O qué es cumplir siete, ocho, nueve años trabajando en vez de en el cole, como pasa con 240 millones de niños en el mundo...
Por eso hay que poner expositores grandes y bien visibles, a veces, sí, un poco molestos. También a eso responde la iniciativa del subdirector con varios colegiales, de instalar un mercadillo solidario con productos de comercio justo y agricultura ecológica, que vamos a ver estos días frecuentemente y, si todo va bien, también el curso que viene con regularidad.
Aparte de que estas cosas en un Colegio Mayor ayudan a romper la rutina y a salir del ciclo de fiesta-salir-estudiar-capea-sangriada-conferencia-y-poco-más (iniciativas creativas y originales dan la salsa a la vida en un CM, frente a la monotonía), ésta en concreto tiene un valor añadido por su carga solidaria y ecológica, por poner, aunque sea un rato, a los demás (los más desfavorecidos) y al planeta por encima o por delante de nosotros mismos, de nuestro tiempo y nuestro ocio.

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