“El
teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”.
Federico García Lorca
Federico García Lorca
Solo cuando tuve en mis
manos el guión de ‘Olvida los tambores’ de Ana Diosdado, para interpretar a
Tony, el protagonista, y acometimos la primera lectura en común de la obra me
di cuenta de la tremenda dificultad que supone hacer teatro. Tanta --al menos
para mí--, que al final cedí mi papel a otro compañero muchísimo más capaz que
yo (Jandro), que lo bordó. Lo que sí hice muy bien, y con entusiasmo, fue
aplaudir al final de la obra, desde mi butaca. Era en mi último curso de
colegio, antes de empezar la universidad; además de advertir con claridad que
no disponía de dotes de actor, también empecé a admirar a quienes las tienen.
Me parece muy complicado
salir de la piel de uno mismo para meterse en la de un personaje, a menudo con
pocas cosas en común con la propia personalidad, a veces totalmente ajeno y
extraño, e interpretarlo con naturalidad y convicción. Supongo que ahí está
precisamente su encanto, como subraya el escritor y académico mexicano Hugo
Gutiérrez Vega: “la posibilidad de
dejar de ser uno mismo es siempre muy hermosa”, pero no por ello es menos
difícil. Creo que hay una parte importante que “viene de serie”, que va
en la condición particular de algunas personas. El genio, la gracia y el garbo.
Y también creo que no basta con la sandunga, que hay otra parte no menos
significativa de trabajo y de tiempo, de dedicación y superación.
Hace un par de semanas
que el grupo de teatro del Loyola, Schimeletro, interpretó la función que han
estado preparando los últimos meses: su versión de ‘Esperando a Godot’, de
Samuel Beckett. No es mi obra favorita, pero, como les dije al terminar la
representación, disfruté mucho viendo su interpretación. Veía sus dotes, en
algunos casos claramente innatas, pero también distinguía el esfuerzo, las
ganas y el compromiso de cada lunes y miércoles de ensayo, el estudio, la
evolución y la mejora, el dejarse corregir… el oxímoron de la espontaneidad
trabajada.
A veces nos preguntan
--particularmente quienes no están apuntados-- sobre el apoyo tan importante
que se da al teatro, en este y en casi todos los colegios mayores. En un
entorno formativo, pocas actividades hay tan instructivas. Además, porque al
final, como dijo alguien, la vida es como una obra de teatro en la que no se
pueden corregir los errores.
Tras darles mi aplauso
desde la butaca y mi enhorabuena en la cena tras el estreno, me parece de
justicia felicitar también públicamente al elenco y al director y alentarles a
que continúen el próximo año con el mismo ánimo.