miércoles, 3 de diciembre de 2014

"Pasan los años, pasan los colegiales"



Madrid. 200 colegiales
Un sentimiento. 200 personalidades.
Una familia. 200 historias.
Un hogar. Colegio Mayor Loyola.

Quería hablar de compañerismo. De respeto y tolerancia.
Quería hablar de un máster en convivencia y empatía.
Quería hablar de crecimiento, de búsqueda y de mucho aprendizaje.

Quería hablar de cenas y comidas. Bandejas. Mesas. De todas las historias que podría relatar ese comedor.
Quería hablar de charlas improvisadas en pecera [conserjería], a las que poco a poco se va uniendo más gente, y en las cuales se puede saber cómo se empieza pero jamás cómo se termina.
De haber tenido un día horroroso en la facultad, haber perdido el bus, caducado el bono transporte, discutido por teléfono y suspendido el parcial; y a pesar de todo ello, llegar al colegio e, inexplicablemente, no saber cómo pero acabar en cafetería o en alguna habitación haciendo el imbécil y partiéndote de risa.
Quería hablar de esas épocas en las que la biblioteca se convierte en tu casa, y tu compañero de al lado se acaba sabiendo el nombre de todas tus asignaturas, las fechas de tus exámenes y hasta los temas más importantes.
De asumir que ir a imprimir puede durar lo mismo que la batalla de Troya, y poner una lavadora puede convertirse en una odisea.

Quería hablar de deportes, ligas intercolegiales y entrenamientos. De que en el fondo, todos sabemos que si gana el Marqués es porque les dejamos.
Quería hablar de cenas-tertulia, conferencias y coloquios, que junto al ambiente universitario y de diversidad colegial, comienzan a cuestionarte nuevos planteamientos culturales, políticos y profesionales. Oportunidades de ir abriendo ese horizonte que se nos está dando la oportunidad de explotar.
Quería hablar de una sonrisa por el pasillo, o un “¿qué tal el día?” en el ascensor.
De aulas, actividades y grupos. De aprovechar la oportunidad de vivir con otros 200 jóvenes o incluso crear nuestro propio periódico: “The Loyola Times”.
Quería hablar de fiestas colegiales, galas, festivales de música, capeas y sangriadas. Pero principalmente, de todos aquellos que están detrás organizando, preparando y barajando opciones para que todo salga lo mejor posible y para que todos podamos disfrutar de ese día.

Quería hablar de personas que están pendientes de compartir el último capítulo de la serie o la película que todos queremos ver. De todos aquellos que viven las galas, bailes, teatros y actividades colegiales detrás de la cabina, atentos a que todo salga a punto; y de quienes nos permiten disfrutar de una película cada domingo o ver el último capítulo de Juego de Tronos como si del más esperado estreno cinematográfico se tratase.
De que como a alguien se le ocurra la infame idea de meterse con tu Loyola, tardes menos de un segundo en saltar con uñas y dientes si es necesario.

Quería hablar de ex colegiales que merecen nuestro más sincero agradecimiento por todo el camino ya andado. De que aunque “pasan los años, pasan los colegiales”, como dice nuestro himno, nos han transmitido “ese sueño por el que vamos a luchar”.
De compañeros de aventura que se convierten en amigos y de amigos que se convierten en hermanos.
Quería hablar de un personal que siempre está a nuestra disposición, y que hace posible que todo esto sobre lo que estoy escribiendo sea factible.
Quería hablar de que por encima de las diferencias o los diversos puntos de vista, todos somos “loyolos”. Todos estamos compartiendo el mismo escenario para esa obra de teatro que cada uno de nosotros estamos creando.
Hablar de caídas y aciertos. De amores y desamores. De triunfos y fracasos. De suspensos, y aprobados. Como decía una colegiala:

De aprender a andar, pero aprender a andar JUNTOS.

¿Y por qué no? Hablar de colegiales que anoche nos dieron una lección de respeto, educación y saber estar. Un ejemplo de cómo se resuelve un problema colegial, el modo y la forma de abordarlo; así como la humildad para plantarse delante de un salón de actos lleno, reconocer sus errores, pedir perdón y exponer sus ideas con la máxima educación y respeto. Eso es colegio.

Quería hablar de venir al colegio para “dejarse” en el colegio.
De comprender que lo creamos nosotros.
Porque, al fin y al cabo, el colegio son sus colegiales.
De aprovechar cada oportunidad, conversación, actividad y diversidad existente; pues somos unos auténticos privilegiados por poder tener simplemente la opción de aprovechar todo lo que tenemos a nuestra disposición.
De no entender de mitades y vivir esta etapa al 200%, y de que cuando cada uno salga por “esa” puerta que tantas veces hemos cruzado, sienta que una parte de él la ha dejado aquí. Y que el colegio es un poquito mejor que cuando entró por primera vez.

Quería hablar de todo esto. Porque todo esto es “hacer colegio” y anoche me sentí muy orgullosa de poder decir que forma parte de la que para mí es mi CASA.

María Fernández Lozano